(Recogemos hoy este artículo del diario online lainformación.com. Nuestra Directora en Centro BIEM, la psicóloga y experta en educación infantil Rocío Ramos-Paúl, comparte sus trucos para que los niños se alimenten correctamente y para que la hora de la comida no sea un momento de berrinches, discusiones y enfados.)
El secreto para que los niños coman bien reside en establecer en ellos el hábito. Un trabajo que comienza cuando empiezan a incorporar otros alimentos fuera de la leche, en torno a los seis meses, y que para que sea efectivo tiene que ser constante, gradual y paciente. Los problemas de alimentación aparecen cuando se ha logrado implantar bien ese hábito. Cuanto antes se detecten, menos complicado será ponerles remedio.
Rocío Ramos-Paúl, la Supernanny de la televisión, psicóloga y coautora de ‘Mi hijo no come’, nos da las claves para que nuestros hijos tengan una buena alimentación y aprendamos a despejar sus platos de vicios y caprichos:
1- Establecer el hábito. Ramos-Paúl asegura que en este tema, como en tantos otros, “lo mejor es la prevención” de los problemas. Y eso se consigue integrando el hábito de comer bien en los niños desde que empiezan a hacerlo, manteniendo una rutina y atendiendo a los cambios y progresos que experimentan a cada edad. Para lograrlo, la experta habla de tres reglas básicas: “hacerlo siempre de la misma manera, en el mismo lugar y a la misma hora”. “Si tenemos un horario establecido para las cinco comidas, o al menos para las cenas y el desayuno si el resto del día no estamos en casa, y las hacemos siempre en el mismo sitio y cumpliendo una rutina fija (por ejemplo, lavarnos las manos, poner la mesa entre todos, sentarnos todos en torno a ella y terminar todos de comer antes de retirar la mesa y recién entonces dedicarnos a otra actividad), el niño sabe lo que tiene que hacer en cada momento y automáticamente la cosa va mucho mejor”, asegura.
2- Respetar las etapas. Los niños avanzan paso a paso, casi cada día, y el aprendizaje debe ir en consonancia con ese desarrollo progresivo. Ramos-Paúl remarca que hay que atender al momento en que están preparados para pasar del puré y las papillas a los alimentos sin procesar, para incorporar nuevos sabores y para empezar a utilizar la cuchara o el tenedor. “Las dificultades aparecen cuando no pasan estas etapas, cuando no se hace en ellas lo que hay que hacer. Si entre el año y medio y los tres años mi hijo no prueba alimentos nuevos más tarde presentará otros problemas, como negarse a masticar o no querer comer más que cuatro cosas“, señala. Y apunta hacia el ritmo de vida actual: “Todo esto tiene mucho que ver con la prisa que tenemos. Le doy el puré porque lo toma todo y es más rápido y me aseguro de que le aporta todos los nutrientes necesarios”.
3- Del biberón al puré, del puré a los trocitos. Ramos-Paúl también da consejos prácticos para pasar de una etapa a otra. El primer gran salto es del biberón a la alimentación con cuchara. “Algunos niños la rechazan. En estos casos, le damos un par de cucharadas, esperamos un par de minutos e intentamos de nuevo. Si el niño se niega volvemos al biberón y lo intentamos al día siguiente. Con paciencia, hasta que lo acepte”, precisa. Cuando hay que dejar purés y papillas para pasar a los alimentos sin procesar, se debe empezar por “trocitos pequeños en el mismo puré, de algo con lo que no pueda ahogarse porque si tiene una mala experiencia cogerá miedo”, refiere. También recomienda “rallar galleta en la leche o en la fruta o incluir migas de pan en la comida o trocitos de pescado blanco, jamón york o queso blanco para que vayan cogiendo habilidad en la masticación”.
4- Duración de las comidas. Según la Supernanny, “las comidas no deberían durar menos de 20 minutos ni más de 40”. Si son muy rápidas no resultan buenas para la digestión y pueden alterar al niño por las prisas, y si se extienden demasiado “hay riesgo de que exista manipulación por parte del niño para llamar la atención de sus padres a través de la comida”.
5- Variar la alimentación. Los niños deben ir probando nuevos alimentos, siempre a partir de las recomendaciones de su pediatra respecto de a qué edad introducir cada uno de ellos y en qué cantidad. Nuevamente, Ramos-Paúl afirma que “hay que constituir el hábito y trabajar las dificultades”, aunque advierte que esto supone “sentarse con el niño”. Para que incorporen nuevos sabores hay que ir “poco a poco”, añade. “Si le gusta una fruta se la damos una vez a la semana, luego dos y más tarde incorporamos una segunda fruta, y así vamos avanzando”, ejemplifica. “O si hay algo que no le gusta le damos poco de eso junto con otro alimento que sí toma, le animamos a que lo pruebe al menos e incorporamos las novedades semanalmente o cada 15 días”, indica. Y reconoce que “pese a nuestros esfuerzos, hay momentos y edades en los que probar alimentos nuevos se les hace difícil. Es algo evolutivo: les da miedo por instinto de supervivencia. Ahí hay que acompañarlos”, remarca.
6- Sin sistema de recompensas. “Con la comida no es bueno utilizar el sistema de recompensas”, asegura Ramos-Paúl. “Es un hábito que se tiene que integrar a partir de una rutina, no como parte de una negociación”, añade. Sí considera oportuno recurrir a este método de manera puntual, para una dificultad concreta. “En un momento dado –señala- podemos utilizar el premio para recompensarle por enfrentar sus miedos, por ejemplo dejándole elegir el postre entre una serie de opciones si ha ‘sido valiente’ y ha probado algún sabor nuevo”.
7- Come lo necesario. Ramos-Paúl pide a los padres que no se obsesionen con que el niño coma siempre la misma cantidad, especialmente a partir del primer año. “Hay un momento en que dejan de crecer con la misma rapidez y por tanto no necesitan tanta ingesta calórica”, puntualiza. “Ahí las madres sobre todo lo pasan mal. Empiezan a decirte que el niño no come”, revela, y apunta: “Pero lo cierto es que ya no necesitan tanta comida”. Hace unas semanas la revista Pediatrics publicó un estudio que asegura que los niños que continúan con biberón más allá de los primeros 12 meses tienen más riesgo de padecer obesidad infantil. La experta explica que esto se debe, justamente, a la preocupación de los padres porque coman lo suficiente, que muchas veces los lleva a caer en la sobrealimentación. “Los inflan de biberón para asegurarse. Que el niño no coma genera mucha irritabilidad y culpa, pero hay que confiar también en los pediatras, que saben muy bien cuando la cosa va bien o mal, y en las curvas de crecimiento”, afirma.
8- Come demasiado. Para los pequeños que están en el otro extremo, aquellos que comen en exceso, Ramos-Paúl recomienda “volver al hábito, retomar la rutina” y “evitar picar entre horas”. Si se hace esto, se consiguen “dos cosas fundamentales para comer bien: sentarse a comer con hambre y aprender a tener la sensación de saciedad”. La psicóloga recuerda que “si cogemos un bol de palomitas mientras vemos la tele no nos enteramos en realidad de lo que estamos comiendo” y también señala que el “hábito hay que cuidarlo siempre, con medidas como no llevar la fuente a la mesa sino servir una ración moderada en cada plato y en todo caso repetir, siempre con una pausa de cinco minutos; sentarse adecuadamente a la mesa; depositar el cubierto sobre el plato entre bocado y bocado y cuidar los modales”. Todo ello ayuda a “entender mejor el punto de saciedad” y “no picar y hacer actividad física permite llegar con hambre al horario de comida”.
9- Enseñar con el ejemplo. “Los padres son modelos para sus hijos en todo, incluyendo la alimentación y esto hay que tenerlo en cuenta”, destaca la psicóloga. Y advierte: “No puedo pretender que mi hijo coma fruta si ve que los padres jamás la comen. Especialmente a partir de los cuatro años, cuando empiezan a cuestionarlo todo. Así que hay que hacer un esfuerzo. Y también ayuda dejarle que coja de tu plato en la etapa introductoria”.
Fuente: lainformación.com