Piensa en situaciones que te alteran te ponen nervioso y te producen estrés. Una mudanza, una separación, la entrega de un proyecto que te han encargado, preparar una fiesta o un cambio de trabajo. ¿Ves? Cualquier cambio que te exige adaptación produce estrés. A los niños le pasa exactamente igual que a ti.
Hay un “estrés bueno” que nos hace estar alerta y poner en marcha las herramientas necesarias para ajustarnos al cambio. Por eso cambiarte de casa se come tu energía, pero no te bloquea. En los niños lo vemos, por ejemplo, en esa resistencia a ir el primer día a un cole nuevo. Les vale cualquier excusa: “me ha sentado mal el desayuno, me duele la tripa, mejor hoy me quedo y mañana ya voy, te quedas conmigo papá hasta que entre”. Piden que les confirmemos que son sus nervios los que les hacen sentirse así. Pero que según lleguen a clase serán capaces de presentarse y a la hora del recreo ya habrá hecho amigos. Es un “estrés bueno” porque les activa para adaptarse a la nueva situación.
Está el “estrés malo” que te deja KO e impide que actúes para ajustar tu respuesta a la demanda que el medio te hace. Esto es, te encargan hacer un trabajo y cada vez que enciendes el ordenador para iniciarlo te quedas en blanco. En los niños aparecen las pesadillas, el mal humor, comer peor o desobedecer continuamente.
Hay situaciones estresantes que aparecen y son incontrolables. Hay otras por las que tenemos que pasar y están a las que me quiero dedicar hoy. Las que provocamos los adultos y generan estrés en los hijos. Esto es, exigir demasiado.
“Un notable no está mal, pero con lo inteligente que eres tenías que traer un sobresaliente” le dice un padre a su hijo cuando le entrega con cara de emoción las notas en la puerta del colegio. Veo cómo le cambia el gesto al niño, como agacha la cabeza y mira al suelo y hago mi propia historia de la tarde que le espera.
- “Merienda y te vas a estudiar, luego repaso contigo que así seguro que llegas al sobresaliente.”
- “El sábado por la mañana lo vamos a pasar juntos revisando los temas. Así que apúntate que tenemos una cita”.
Cuando exigimos al niño más de lo que puede hacer le generamos “estrés malo” y se bloquea…
El niño del ejemplo piensa: “Haga lo que haga nunca contento a mi padre”. Este padre, que comete unos cuantos errores:
- Pasar tiempo con tu hijo es buscar una actividad que os guste a ambos y que disfrutéis de ese rato juntos. No repasar las tareas escolares.
- Los esfuerzos hay que premiarlos independientemente del resultado obtenido. Celebrar con una merienda en el sitio preferido de su hijo las notas no hubiera estado nada mal y hubiera conseguido motivar al niño para que siguiera mejorando.
- Animar a mejorar pasa por reconocer la voluntad puesta en conseguir las metas y este reconocimiento es una inyección de autoestima para el niño.
En resumen, evitemos exigir más de lo que pueden dar y premiemos sus esfuerzos como la forma de motivarles a mejorar.