LE ACOSAN

LE ACOSAN (extracto del libro «Un extraño en casa». Editorial Aguilar)

Edu tiene 14 años, de un tiempo a esta parte  sus padres lo encuentran “raro”. Habla poco de lo que hace fuera de casa, se irrita con facilidad, oyen como tiene pesadillas por la noche, se levanta quejándose de dolor de cabeza un día sí y otro también. Prefiere quedarse en casa que salir, ha dejado de recibir llamadas de los amigos y no tiene interés en hacer planes de fin de semana. Cuando le han preguntado dice que está cansado que son unos pesados con tanta pregunta y que le dejen en paz. Hace una semana vino diciendo que había perdido el móvil que dos días después apareció con la pantalla partida, su padre le preguntó porque su mochila tenía rota la cremallera sin que Edu supiera que responderle. La preocupación de estos padres iba en aumento y no quedó dudas de lo que ocurría cuando una tarde sonó el whatsapp y su madre que estaba cerca leyó en la pantalla de su móvil el siguiente mensaje “ni se te ocurra contar nada al tutor o te machaco”.

La madre de Edu asustada se sienta con él y le dice que le hable de lo que está ocurriendo, Edu se echa a llorar y le enseña una foto en el patio del colegio en la que varios le sujetan mientras otros le bajan los pantalones. No da crédito a lo que está viendo. Como cualquiera en su lugar siente ganas de abofetear al “grupo” del colegio que hace esto con su hijo. Pero sabe que eso no resolvería nada y podría empeorar la situación de Edu en el colegio.

A partir del momento en que nos lo cuentan, se ponen a resolver de la siguiente manera.

Edu es víctima de acoso. Nadie podría explicar por qué él, no existe un perfil de víctima pueden ser buenos o malos estudiantes, tener muchos amigos o pocos, ser deportista, guapo, feo etc. Porque el acosador se ceba con un acontecimiento como: una intervención desafortunada en clase, perder un partido, sacar una nota muy alta o muy baja, llegar tarde al cole o tener una cartera determinada.  El acosado no es diferente ni física ni emocionalmente, no carece de amigos, tampoco tiene características especiales. Pero sobre todo,  no es responsable de su acoso. Sorprende comprobar cómo  muchas víctimas son chicos normales, felices y brillantes, que tienen amigos y les gusta salir con ellos.

Pero, una vez que se ha producido el acoso, los que han sido víctimas presentan síntomas del daño psíquico que se les ha infringido. Lo cierto es que estos, son la consecuencia y no la causa de la violencia. Las señales que, como en el caso de Edu pueden detectar los padres son:

  • Se vuelve irascible, tiene ataques de rabia desproporcionados y con frecuencia
  • Se vuelve introvertido y con un estado de ánimo triste. Llora sin motivo aparente.
  • No quiere acudir a cumpleaños, excursiones fiesta. Quiere dejar los entrenamientos o cualquier actividad que suponga actividades en grupo. Se va aislando socialmente
  • Baja el rendimiento escolar. Se queja de que no se concentra y tiene dificultades para atender en clase.
  • Llega a casa con la ropa deteriorada, falta de material, heridas…
  • Busca excusas para no ir a clase. Desgraciadamente, muchas de las victimas acaban dejando de asistir a clase por miedo a los compañeros y el qué dirán.
  • Tiene dolor de tripa e incluso náuseas y/o dolores de cabeza por la mañana.
  • Relata situaciones de acoso sucedidas a otro niño.
  • Está tremendamente inquieto.
  • Alteración del sueño. Tiene pesadillas o incluso insomnio.

 

Toda esta sintomatología es común a cualquier estado de ansiedad mantenido en el tiempo y el acoso somete a la victima exactamente a eso. Da igual los matices que queramos poner o como lo llamemos: el acoso, bulling, ciberbulling, mobbing, hostigamiento, ciberacoso o ciberbulling… todos hablan de cualquier forma de maltrato psíquico, verbal o físico producido de forma reiterada en el tiempo.

En la mayoría de los casos el tipo de violencia dominante es emocional y se da en situaciones en las que no hay adultos presentes. El agresor sume a la víctima en la indefensión a menudo con el silencio, la indiferencia y/o la complicidad de otros compañeros.

Aunque a veces se dan agresiones físicas, son la exclusión social y la humillación las más frecuentes y las que más daño hacen. Estas dos formas de violencia causan en la victima estrés postraumático y aumentan la posibilidad de que aparezcan ideas de suicidio. Algunos ejemplos de la violencia que aplica el acosador a sus víctimas son:

  • Intimidación: se le obliga a que realice cosas contra su voluntad, busca provocar miedo a la víctima porque de eso se alimenta el acoso. Las amenazas, empujones en la escalera, insultos en el recreo o incluso la agresión física. Muchas veces delante de los iguales, buscando la humillación de la víctima y la confirmación de que el que se meta o cuente lo ocurrido puede verse igual.
  • Aislamiento social y hostigamiento: No se le permite participar en actividades con otros. Se le ningunea. Cuando habla nadie le responde. Haga lo que haga la respuesta del grupo es la misma “tú no”. Se le ridiculiza haciéndole llorar delante del resto, poniéndole motes, convirtiéndole en la diana de todas las burlas.
  • Manipulación social: Dañar la imagen social de la víctima y provocar el rechazo de los demás. Un cotilleo, un error grabado, una metedura de pata de la que quede constancia, algo que se le atribuye a la victima sea verdad o no.

Hoy por hoy son pocos los casos de acoso que no se ven ampliados y difundidos en las redes sociales e internet. Las dimensiones que cobran un cotilleo, una mala foto o cualquier crítica real o no, son escandalosas  e imparables porque no se puede controlar hasta dónde llegará lo colgado en la red. Este altavoz tecnológico amplifica en mil por mil el daño que se provoca a la persona humillada. De ahí que se considere delito en muchos casos.

Dos son los factores que animan a  los jóvenes a utilizan las redes sociales para este maléfico fin (ciberbulling/ciberacoso) y dos son las propuestas que ofrecemos para desmontarlos:

  • El anonimato: que no es tal porque si se denuncia, los cuerpos de seguridad del estado tienen especialistas en informática que rastrean el delito, siempre y cuando se les facilite mensajes al móvil, correos recibidos y/o cualquier contenido multimedia. En esta misma denuncia se puede solicitar la retirada de cualquier contenido vejatorio para el niño distribuido en la red. Porque no es verdad que lo que se cuelgue en la red permanezca para siempre en internet.
  • No ver el daño que estos comportamientos hacen: es fácil enviar vejaciones cuando no se ve llorar o sufrir al que recibe la marginación social que conlleva el mensaje enviado. Ver la consecuencia que sus actuaciones ha tenido en otro sería una forma de prevenir que vuelva a hacerlo.

En el caso de Edu no fue necesaria una denuncia, aunque sí trabajar con los compañeros consentidores y el agresor las consecuencias que su actuación había tenido para Edu. Así como la regulación del uso de los Smartphone en la escuela como veremos en las actuaciones que el colegio llevo a cabo a continuación.

Descrito el calvario por el que pasan las víctimas de acoso volvamos a nuestro caso para describir la actuación que los adultos podemos tener al respecto, porque necesitarán toda su calma para actuar con inteligencia.

Como en el caso de Edu lo principal es que lo cuente a   un adulto, porque para poner fin a esta situación es necesaria la intervención de estos. Una vez relatado hay que  tranquilizarlo y trasmitir un apoyo incondicional e insistir en que él no es responsable de lo que está ocurriendo, los culpables son los otros, los que actúan de mala fe son los acosadores.

Un error muy común entre los padres es quitar importancia al relato decir:”son cosas de chicos” o  pedirle que “les pague con la misma moneda”. Cabe recordar que la víctima se siente indefensa esto es, ya ha intentado solucionar y tiene la experiencia de que haga lo que haga las cosas no cambian. Cuanto antes se intervenga menos daño hay  para el que lo sufre y argumentaciones de este tipo hacen que calle y soporte en silencio los desplantes porque en casa encuentra la misma respuesta que fuera: “nadie me va a ayudar y esto va seguir igual” dejando a su hijo, de nuevo, a merced de la violencia.

Por eso los padres de Edu reaccionaron adecuadamente: se situaron incondicionalmente al lado de su hijo. Se sentaron con él, le escucharon y le trasmitieron un mensaje clave para romper la indefensión en la que llevaba sumido tanto tiempo: “Tú no eres responsable de esta situación, son los que te agreden los que actúan mal, has hecho muy bien en contárnoslo, ahora vamos a poder buscar soluciones”.   Con estas palabras consiguieron dejarle claro: que no estaba solo, que tenía culpa de nada y que iban a solucionar con él.

A partir de aquí, se estableció un plan de actuación que contemplaba entre otras las siguientes pautas:

  1. Notificar al colegio la situación. El centro puso en marcha el protocolo de intervención en caso de acoso (cada Comunidad tiene el suyo propio y su acceso es fácil a través de internet).
  2. Buscaron grupos donde se desarrollaran actividades que Edu había dejado de hacer o quería empezar a realizar. La clave está en introducirse en grupos de iguales nuevos donde su hijo hiciera amigos y recuperará la confianza tanto en las relaciones sociales como en sus capacidades. Con este primer ejercicio van recuperando la autoestima minada.

 

  1. El colegio por su parte:
  • Uno de los factores que hacen difícil detectar el acoso es que se produce en situaciones en las que no hay adultos que puedan controlar y sancionar. Así en el caso de Edu se aumento el control en los tiempos de patio, en las entradas y salidas al colegio, en los baños y en todos los espacios y tiempos donde los alumnos están solos.
  • Se facilitó un espacio para que, de forma anónima, se pudiera dar información de cualquier acto de acoso que se produjera en el colegio y a cualquier compañero. Muchos de los observadores se convierten en colaboradores por miedo a transformarse en víctimas, otros se dejan llevar, se burlarán o apartarán de la víctima simplemente por seguir al grupo. Pero hay otros, y son muchos, que detienen el mal trato.

Un buzón, un despacho abierto, un teléfono para dejar información, cualquier empujoncito puede ser la forma de romper el silencio y notificar algo que creen injusto.

  • Se aumentó el número de horas con actividades dirigidas y menos tiempo libre. Por ejemplo: en los recreos se fomentó juegos de grupo como deporte bajo supervisión del adulto responsable. En clase el trabajo por grupos se incrementó y se cuidó mucho que los integrantes del grupo fueran distintos cada vez.
  • Las horas de tutorías se convirtieron en actividades para trabajar temas como: respeto a la diferencia, habilidades sociales, rechazo a la violencia etc. Se describieron y escribieron los comportamientos que se consideraban intolerables hacia compañeros y se añadieron las consecuencias de cometer alguna de estas faltas en el colegio.
  • Se reajustaron horarios y grupos de las actividades extraescolares de manera que agresor y víctima no coincidieran y Edu pudiera hacer grupo de nuevo.
  • Las reuniones con los padres de Edu fueron quincenales para hacer un seguimiento del caso.
  • Se prohibió el uso de móviles en el recinto escolar. La penalización por no cumplir la norma consistía en la retirada del mismo durante toda la semana.

 

  1. Con el agresor:

Una vez notificado el caso de Edu. Se habló con los padres del acosador que no daban crédito a lo que estaban escuchando, pero se mostraron colaboradores en la aplicación de medidas de corrección con su hijo.

  • De todas las correcciones que permite aplicar el protocolo de intervención en caso de acoso se empezó por las siguientes: “Prohibición temporal de participar en las actividades extraescolares o complementarias del centro, por un período máximo de tres meses”. En este caso se incluyó la incorporación con cambio de grupo.

Durante el tiempo que duró la sanción el agresor asistió a sesiones con el orientador escolar para trabajar el reconocimiento de su actitud y conductas alternativas a las agresivas. Los chicos que acosan o tienen conductas violentas, necesitan ayuda para poder establecer otro tipo de relaciones y reacciones.

Los agresores no reconocen los hechos y justifican su comportamiento con razones como: “era una broma”, “me provocó”, “así a mí no me lo hacen”. En todas ellas es incapaz de ponerse en el lugar de la víctima ni de reconocer el daño que le ha hecho porque la empatía es la gran asignatura pendiente del que acosa o es violento. En este punto se centró el trabajo con el agresor de Edu.

  1. Con la víctima

Edu tenía que sentirse protegido para poder enfrentar esta situación y volver a disfrutar del colegio y los amigos. Así que nuestra intervención directa con él pasó por las siguientes actuaciones:

Muchos de los comportamientos de acoso se mantienen por la reacción de miedo de la víctima. Esto es, queda paralizado frente al acosador permaneciendo en la situación. Motivo más que suficiente para que siga siendo blanco de las conductas de agresión. Edu aprendió a responder con indiferencia frente al acosador de la siguiente manera.

  • Elaboró un listado de las conductas más frecuentes y describió donde se producían:
  • En la entrada del colegio: Edu llegaría antes y se iría directamente a clase. A la salida iría directamente a donde estuviera su padre o madre a recogerlo.
  • En el recreo, donde hay menos adultos: durante un tiempo Edu buscaría sitios donde la vista del profesor les alcanzaba. Participaría en las actividades que el colegio empezó a proponer en los tiempos de patio.
  • Edu buscaría amigos de otro curso/grupo y se presentaría pidiendo participar en la actividad que estuvieran haciendo ellos. Más adelante los invitaría a pasar una tarde a casa e intentaría quedar con ellos para hacer planes fuera del horario escolar.
  • Cuando le insultaran o amenazaran Edu usaría la indiferencia como arma. No contestaría simplemente se daría la vuelta y se iría.

Los padres plantearon la posibilidad de cambiar a Edu de colegio. La decisión es realmente difícil. La reflexión que hicimos con ellos los llevó a intentar resolver la situación durante lo que quedaba de curso y posponerla hasta ver como se encontraba Edu después de todas las actuaciones propuestas.

Este planteamiento es el que hacen muchos padres cuando descubren que sus hijos son víctimas de acoso. Es realmente difícil posicionarse en si o no. Lo Justo sería que la victima permaneciera en lo que ha sido siempre su entorno pero claro ¿a qué coste?. Hemos visto casos donde el resultado de las intervenciones ha acabado con estas situaciones y medidas como separar de clase a los que formaron el grupo acosador    con la victima han sido suficientes para volver a la normalidad. En otros y tras un esfuerzo real por parte del chico no ha habido resultados positivos. Es cierto que con el cambio de colegio puede sentir que la huida es la mejor respuesta a las dificultades, pero también lo es que no puede verse acorralado en esta situación de indefensión.

Los padres de Edu no tuvieron que cambiarlo de colegio, pero un punto de inflexión para hacerlo sería: si ha hecho amigos nuevos y se ha integrado en grupos distintos, tiene la experiencia  de éxito social y aumenta su capacidad de control sobre las situaciones de relación con iguales pero el colegio sigue siendo fuente de conflicto y el acosador sigue en el centro. Entonces plantearos esta posibilidad.

Cuando un joven es víctima de acoso, hay que ayudarle a levantar de nuevo esa parte de su vida que se ha venido abajo. Primero en casa, dándole todo el apoyo emocional que necesita, y luego acudir al colegio para que se proteja al niño y se sancionen las conductas violentas de los otros.

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